El maltrato infligido a otro
ser vivo es un maltrato que se hace en primer lugar a uno mismo…
El maltrato cotidiano, con
el que tan a menudo convivimos, no siempre tiene que entenderse como una
agresión física grave, ni tiene porqué ser la agresión que acabe en la sala de Urgencias.
Hay un maltrato, que podríamos denominar “sordo”, pero con la contundencia de
la perpetua insidia diaria, del desprecio sobreentendido y lamentablemente
tantas veces asumido como propio y real. No hay excusa posible para esta forma
de relacionarse. Cada maltrato lleva consigo de una forma diferente, pero en
realidad de una forma efectiva, la tragedia personal de quien lo proporciona y
la de quien lo percibe, pero no solo de estos dos agentes, sino de todo el
entorno social, que se corrompe, que afecta a sus seres más cercanos. Lo que
hemos venido en llamar Violencia de Género, no afecta en exclusiva al “género”,
sino también a sus descendientes, a sus ascendientes y a cuantos les rodean. Es
una responsabilidad de todos, que necesita una respuesta no solo de la persona
agredida, que posiblemente está en las peores condiciones de denunciar, sino de
una sociedad que deje de reír las “machadas”, que ejerza la presión suficiente,
como para que sienta su comportamiento como algo intolerable que tiene solución
y el que la ejerce tiene la responsabilidad de poner los medios necesarios para
que nunca más se vuelvan a repetir estas situaciones. Un/a maltratador/a, no es
un enfermo crónico, haya tomado (voluntariamente) las sustancias que haya
tomado. No es una forma de ser. No es una actitud, no es en sí misma una
capacidad que tiene por ser un ser superior; sino que es una mala forma de
reaccionar, de comprender las situaciones y resolverlas. Es una manera egoísta y mortal de relacionarse con su entorno. Es insufrible e intolerable en un
momento social, al menos en el espacio físico-geográfico en el que les escribo.
Es una consecuencia, no solo española, que bastante ha avanzado en las últimas
décadas, de la permisividad que las sociedades, en su mayoría “patriarcales”,
que dan trato discriminatorio entre las agresiones en el entorno familiar y/o
de relación afectiva, frente a las agresiones que podrían darse en un entorno
laboral, deportivo, social…
Todos tenemos la obligación
de responsabilizarnos de que la violencia, sea del tipo que sea, del género que
sea, de la raza, la edad, la condición socio-económica que sea, se reduzca a
niveles de tolerancia cero…
Estoy convencido que muchos
de ustedes que me leen, conocen situaciones de agresividad, de violencia, en la
que no se han querido vincular, comprometer, que han mirado hacia otro lado…. ¿
se les ocurren maneras de reducir, de “aislar”, de convencer que esta actitud,
es necesaria que se trate por especialistas y se solucione como uno de los más
graves problemas de salud de una sociedad, que cada vez tiende a ser más libre,
más igualitaria, más feliz…?
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