“…del cielo le caen los clavos”. Yo no sé si en más de una
ocasión se han sentido “martillo”. Seguro
que al menos en algún momento han pensado sobre este dicho popular, tal y como
acostumbran los refranes castellanos, suelen estar cargados de verdades, a su
vez de contradicciones y en general no suelen ser, precisamente… optimistas.
Viene a
resumir un cierta sensación de predestinación hacia los sucesos menos favorables
que a todos nos ocurren, de vez en vez… Yo no estoy muy convencido sobre la
teoría de la predestinación, en donde se supone que todo lo que nos ocurre, ya
está “escrito en el Gran Libro de la Vida”, más bien tiendo a creer que puede
haber una cierta tendencia hacia los sucesos por los que tenemos que pasar en
este momento, que no son otra cosa que “herramientas”, experiencias necesarias
para poder avanzar un paso más adelante, aunque realmente uno cree que algunas
de estas experiencias, bien se la podía haber ahorrado. Creo que Jesús, según
nos cuentan, también pidió que pasara de largo este cáliz y siguiendo esto, no
tuvo demasiada suerte… aún siendo Hijo del único Padre.
Es por
tanto, que los sucesos tienen la importancia que cada uno le concede en el
momento en el que suceden estos hechos, que con un vistazo hacia atrás, tal vez
puedan cambiar estos valores de importancia y lo que nos parecía trágico o
fabuloso, el tiempo nos muestra lo contrario o al menos, suaviza esta
situación. En realidad es mera estrategia cerebral para evitar, en la medida de
lo posible, el sufrimiento y hacer posible que el avance en el camino no
resulte tan pesado… a pesar de que algunas personas se empeñen una y otra vez
en recordar sucesos que hacen daño y con eso, pierden la perspectiva y la
oportunidad de disfrutar de los acontecimientos que cada día nos pasan por
delante de una u otra manera en nuestro consciente.
El problema
viene cuando uno empieza a pensar que son demasiados clavos para tan poco
martillo… y olvida que todo lo que nos sucede, nos sucede porque podemos
resolverlo, con o sin ayuda, pero resolverlo, salvo los que sencillamente no
tienen solución, escapan de nuestra capacidad de respuesta o son sucesos que
acompañan el principio y el final de la vida, cuando ya todo deja de tener
sentido o tal vez tiene un sentido que no es explicable a este “lado de la vida”.
Sería bueno
también saber identificar cuales son realmente “nuestros” clavos y cuales
estamos golpeando en “cabeza ajena…” auto-apropiándonos de problemas, que aún
sin ser directamente nuestros, los hacemos propios con o sin razón para
hacerlo. Otro día, les contaré la hermosa historia del niño que clavaba clavos
en una valla de madera, cuando había ofendido a otra persona… pero por hoy,
para no alargarlo mucho más y rozar el aburrimiento, les dejo con la
interrogante…
¿Cuáles son
los clavos que actualmente se encuentra golpeando…?